“Como
un aplauso nos llegará la muerte"
Dionisio
Cañas
Como
un aplauso nos llegará LA MUERTE
en
ovación cerrada, sonido neto in crescendo
hasta
superar el umbral de LA SORDERA.
Sin
reconocimiento alguno,
ni
calor
ni
frío.
SEREMOS
actores
huérfanos de la
madre ÉXITO
con
los ojos clavados en el VACÍO, al fondo, más al fondo, más allá
de
las últimas butacas donde las gradas rugen
murmullos
sin colmillos, letanías
con
la lengua lenta de los lémures
bajo
LA CEGUERA de la selva,
con
su haz blanco y su envés noche.
Sobre
la platea, ANTES
como
leves ondas de agua
en
el fondo
de
un pozo, AHORA
bullen
las burbujas de las cataratas de palmadas,
lo
turbio opaca lo claro con tantos colores
que
llegamos al negro. Desde ahí,
cientos
de ojos
nos
miran flotando en LO OSCURO.
Suena
un clamor gigantesco de carcajadas huecas
como
un cacaj de flechas vacío,
y
chiflidos histéricos y gritos fanáticos y redobles de botas
sobre
pedestales de estatuas anónimas.
Vuelan
las flores, singulares o en ramos, pétalos
como
cuchillas, espinas de rosas,
aguijones
de insectos clavados sobre lirios
y
en su vuelo se marchitan y caen livianos
sobre
EL ESCENARIO
inmenso
escenario del último aliento.
Mil
veces corearán NUESTRO NOMBRE
dilatando
el sonido primero,
así
como un gigante segundo,
cada
vez más pesado y lento,
como
una hora en un segundo en un día en un segundo
en
un millón de años en un segundo.
Cada
vez más tiempo dentro de tiempo,
lo
tierno: lo eterno en su LIMBO ROJO.
Todo
ese ruido imposible,
colapso
medido en decibelios,
todo
ese refulgir de alaridos incendios,
miles
de piropos pirómanos prendiendo la mecha,
del
patio de butacas,
hacen
arder el teatro:
materia,
potencial ceniza.
Odas
y Loas revientan sincopadas en el polvorín DEL MUNDO.
Y
todo es humo, flashes y pavesas
que
se elevan y estallan
como
fuegos de artificio.
Todo
es estruendo, todo es éxtasis sólido, furor de carne.
Sangran
los oídos de los cadáveres, se rompen
las
manos, saltan las uñas de los dedos, en carne viva están
las
líneas del destino y las huellas dactilares
anuncian
LA BORRASCA con sus curvas isobaras.
LA
FAMA boreal flota
sobre
el público maravillado público
mientras
despedazan las butacas
EN
LLAMAS
alumbrados
por un nadir histérico.
Entonces,
un niño asciende las escaleras metálicas
y
alcanza la cima del tobogán del SILENCIO.
Le
envuelve el siseo de miles de preguntas.
Electrifican
el polvo mojado del corazón páramo,
las
bambalinas se volatilizan, luciérnagas que emigran,
todo
vibra con una longitud de onda cercana al infinito,
imposible
definir cualquier segmento en el silbido continuo.
Una
línea queda suspendida en un agudo.
Entonces,
dentro del INSTANTE TOTAL
de
todo los latidos, todos los abrazos, todos los besos, todos lo
sueños...
todo
se concentra
en
un
solitario
ÚLTIMO
APLAUSO:
una
superviviente molécula de oxígeno
recorriendo
EL FILO DEL FIN, inabarcable organismo
con
toda la vida de todos los vivos
vitoreando
al unísono
dentro
de la caja de música más pequeña del mundo.
Queda
ese milagro. La vida GIRANDO Y SONANDO. Por siempre.
Pero
YA NO estaremos ahí para escucharlo.
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